sábado, noviembre 06, 2010

Aerorgasmo*

Un A320 de Iberia duerme en la plataforma. Desviado de su destino previsto, lleva esperando unas horas,  silencioso, volver a su rutina operativa. Contempla con envidia el movimiento de sus primos hermanos. Es un momento tranquilo, en mi turno de mosca converso con los compañeros.

A media mañana, nos llama la tripulación para puesta en marcha. Se le autoriza, y en pocos minutos está rodando a cabecera. Decido salir al balcón de la torre para poder observar el despegue y escuchar el rugir de las turbinas durante la aceleración. Me encanta hacerlo siempre que puedo. Es increíble el aislamiento que proporciona el fanal respecto del ruido. ¡Le hace perder mucho encanto a la observación!

El airbus se alinea, enciende los strobes. Miro de reojo a mi compañero hablar por el teléfono de Gila. Me imagino las ondas de radio radiarse desde las antenas de mi torre y de las de la aeronave. Esoterismo radioeléctrico al servicio de la aviación. El piloto avanza la palanca de gases aumentando progresivamente el régimen de los reactores. A los pocos segundos suelta frenos y acelera a fondo. Se inicia la carrera. Lo observo. Tantos despegues vistos, sé que la aparente timidez con la que echa a andar sólo es el anticipo de verlo correr como una flecha cuando pase abeam la torre. Pero... frunzo el ceño. Dejo colgar los prismáticos y miro con mis ojos directamente. Tengo una sensación extraña. Algo no es como siempre. Al cabo de unas semanas observando las operaciones continuamente, he empezado a desarrollar ese sexto sentido que te alerta cuando algo no cuadra, aún sin saber objetivamente por qué. ¿Qué ocurre? ¿Por qué estoy intranquilo? ¿Está todo en su sitio o realmente tengo motivos para sospechar alguna anomalía?

Poco a poco empiezo a relacionar mi inquietud con el sonido de los reactores: no rugen, ¡braman! ¡gritan de dolor! El ruido es muy superior al habitual, es casi insoportable. Es otro timbre. Continúa la carrera, a una velocidad que juzgaría mucho mayor que la acostumbrada. Observo entonces la rotación iniciarse en el primer tercio de pista, cuando normalmente se produce recorridos dos tercios. Lenta, muy lenta, muy lentamente se eleva la rueda de morro. El avión se inclina modestamente, y cuando espero que continúe incrementándose progresivamente el ángulo de ataque, el estómago se me encoge al ver que a escasos 15 metros sobre la pista y con el tren recogido, el morro desciende para adoptar una trayectoria horizontal. Apoyado en la barandilla, el cuerpo asomando, mis dedos se clavan en el metal. ¡No puedo creer lo que estoy viendo! Se percibe perfectamente cómo el piloto ajusta toscamente la actitud, imprimiendo variaciones violentas de la posición de morro hasta lograr nivelar a escasos 20 metros de la pista. Nada que ver con la suavidad de una operación normal. Veo el avión desde arriba: está volando por debajo de la altura del fanal.

El corazón en un puño. Helado, atónito contemplo cómo se acerca al umbral opuesto sin ganarle metros al suelo. Ya no queda pista. Observo la orografía más allá del borde de pista, en la prolongación del eje hay unas cuantas colinas. Ya no hay oportunidad alguna de posarse y frenar. Lo que tenga que ocurrir va a tener que ser en el aire. 
Y cuando no queda nada, cuando ya no acierto a prever lo que va a ocurrir, cuando soy plenamente consciente de que ahora ya no hay otra alternativa que volar, por Dios volar, volar hacia arriba inmediatamente, y justo cuando pasa como una bala al través de la antena de la senda del ILS, entonces, sólo entonces se eleva, se eleva brutalmente, trepa, escala, sale disparado como un cohete, todavía rugiendo como quien se lo lleva el Diablo, y se pierde, desaparece, se esfuma entre nubes al tiempo que inicia un suave viraje a la derecha el cuál, observado desde mi perspectiva, más parece el inicio de la maniobra del martillo que la SID que define su trayectoria de vuelo esperada.

Entro en la torre todavía estupefacto, más tranquilo, y sólo alcanzo a decir:
- ¿Pero qué coño? ¡Han debido echar todos las rabas! ¡Deben tener todos los carritos en la cola! ¡¿Qué le ha pasado?!

- "Va de vacío", me contestan. "El pasaje se fue en bus al destino".

(*)Aerorgasmo, término robado a un buen amigo.